Por: Blanca Martínez
Amiga querida, tantos años de lucha, de trabajo, de esfuerzo, de sufrimiento, de alegrías…algunos te conocieron como “La Güera Rivera”, otros como la exitosa vendedora de Bienes Raíces, pero te digan como te digan, la mariposa de barrio, la dama divina, la gran señora, la diva de la banda, la realidad es que eres y por siempre serás: JENNI RIVERA.
Ese nombre que lograste trabajar y convertir en un importante legado, no sólo musical, sino en muchos sentidos porque dejaste huella en millones de personas en el mundo entero y porque hiciste la diferencia en la vida de muchísimas personas también con ese gran corazón, porque siempre fuiste DADORA.
Tu buena memoria impactaba a muchos de tus fanáticos, recuerdo cuando llegaban contigo y tú los saludabas por su nombre y ponían cara de ¿WHAT? Como diciendo ¿cómo puede acordarse de mi nombre si conoce a tanta gente? Pero eres JENNI RIVERA, si ERES, porque vivirás por siempre, porque millones de personas te llevan en el corazón y les dejaste muchísimos recuerdos y lecciones de vida.
¡No sabes cuánto te extraño! Aún no puedo dejar de llorar cuando escucho tus canciones, las tuyas, esas que parecieran proféticas, con frases que antes tenían un sentido y ahora adquirieron otro.
Recuerdo mucho tus carcajadas, tu mirada pícara, tus gestos y las palabras que me repetías una y otra vez en nuestras pláticas de mujeres perras, como tú llamabas a esas conversaciones que no se daban en una entrevista y que jamás se publicarán.
Sé que lo supiste siempre en vida, pero ahora sé que me ves, que sabes hasta lo que pienso y lo que siempre pensé de ti y eso me da mucha paz.
En el medio en el que trabajamos son muy pocas las verdaderas amistades y sobre todo las verdaderas LEALTADES.
Hay muchos egos, mucha envidia y no se puede confiar en mucha gente, pero tú y yo, desde que nos conocimos, hicimos como ese “click” que perduró durante todo el tiempo que Dios me permitió conocerte y contarás con esta amistad hasta el último día de mi vida cuando sé que volveremos a encontrarnos para seguir teniendo nuestras “pláticas de mujeres perras” y nos reiremos muchísimo como siempre.
Gracias por tantas lecciones, por la huella que has dejado en mi vida y por ser como eres, por ser esa mujer que lo superó todo y que ahora ya no sufre ni llora, ahora es feliz y está en el lugar donde todo es amor, amor del verdadero: con Dios.