
En una de las obras más emotivas de su carrera, el cantautor regiomontano nos muestra un diálogo padre-hijo, donde ambos personajes enfrentan un suceso funesto a través del amor y la honestidad. Para ello, José Madero cuenta con la voz de Mijares como invitado especial, quien eleva el tema a una nueva dimensión.
La música de José Madero se ha convertido en un elemento entrañable para miles de personas, dada la capacidad del compositor para construir temas llenos de honestidad y explorar la complejidad de las emociones humanas, cualidades que lo han llevado a construir un universo sonoro único en su tipo.
Hoy, en uno de los actos más confesionales de su trayectoria, José Madero presenta “El Méndigo Día del Padre”, sencillo que retrata un episodio sumamente personal: enterarse que su padre enfrentaba una dura batalla con el cáncer. Hoy, con la enfermedad superada, esta canción se convierte en una poderosa reivindicación de la vida.
Lejos de sentimentalismos, “El Méndigo Día del Padre” se presenta como una power ballad construida desde la frontalidad: mientras el hijo (interpretado por Madero) confiesa que no quiere perder a su padre, la voz del papá encarna a la perfección el espíritu de resiliencia.
Sumando fuerza a esta narrativa, José cuenta con un invitado muy especial, el astro mexicano Manuel Mijares, con quien logra conquistar dos generaciones de escuchas, a través de una canción que promete convertirse en un nuevo himno para todos aquellos que celebran o extrañan a sus padres.
Sumado a lo anterior, la voz de Mijares es capaz de mostrar distintos matices, que van de la vitalidad al uso de la valentía como herramienta para escapar del bajón emocional que representa una situación como esta. Así, ambos artistas convierten esta canción en un testimonio vivo de dos personas que han decidido acompañarse y fortalecerse en un momento lleno de complejidad y temores.
De esta manera, “El Méndigo Día del Padre” no es un simple lamento o una canción de falsa positividad: se trata de un ejercicio donde la música se convierte en espacio para contener lo indecible y resistir aquello que parece inevitable.